“Una camioneta grande me aplastó las piernas”.

Estaba en una playa tomando el sol, cuando sentí un fuerte dolor en las piernas, una camioneta estaba sobre mí, yo gritaba pidiéndole al conductor que parara, pero él no me oía, entonces, le pedí al Señor Jesús que me salvara y el carro paró, justo antes de aplastar mi cabeza con las llantas traseras.
“DESPUÉS DE SER SOCORRIDA, LOS MÉDICOS DIJERON QUE MI PIERNA IZQUIERDA HABÍA SUFRIDO LESIONES GRAVES EN EL FUNCIONAMIENTO DE LAS VENAS Y MÚSCULOS”.
No había fractura, pero después de dos meses mi pierna necrosó, las células habían muerto y se abrió un orificio en esa parte. Surgieron nuevos riesgos, debía tener cuidado para no contraer una infección, eso podía llevarme a una amputación.
Como ya asistía a la Iglesia, yo no aceptaba esa situación, usaba mi fe tomando el agua consagrada y la derramaba en mi pierna. El tiempo pasaba y no mejoraba. A veces los pensamientos negativos me invadían, pero inmediatamente los contrarrestaba con mi confianza en la acción del poder de Dios. Después de varios meses, aun con dolor, le pedí a mis familiares que me llevaran a la reunión, eso me fortaleció aún más. No pasó mucho tiempo y mi pierna sanó por completo. Hoy mi salud está totalmente restaurada.
•• Ester Andrade
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