Las puertas se abrieron de una forma impresionante.

«Le echaba la culpa a Dios por estar en esa situación caótica, muchas veces hablaba con Él y le decía que tal vez Él no existía, porque si existiera, yo no estaría pasando por todos esos problemas. Sin embargo, Él me dio una oportunidad y me mostró Su Grandeza”.
No tenía casa, ni una silla dónde sentarme; tenía deudas, vivía de préstamos en el banco. Comía alimentos que otros me regalaban, eso era desesperante. Además, tenía un serio problema en los riñones. Fueron 15 años en esa situación, hasta que me invitaron a la Iglesia Universal, al principio no acepté, pero al sentirme en el fondo del pozo decidí ir para ver si era verdad todo lo que me decían. Y desde aquel día hice una alianza con Dios, Él transformó mi interior y posteriormente todo a mi alrededor. Dios me dio no una, sino varias casas, negocios, autos. Dios me abrió todas las puertas y hoy disfruto junto a mi familia de una vida próspera. Pero, sobre todo, hoy tengo paz y alegría.
Sra. Mireya Anastacio
comentarios